TFNoir_Francisco_Estupinan_01_copia«Entiendo que la literatura es una de las bellas artes y por tanto, cuando escribo adquiero un compromiso importante con el lenguaje. Para mí es muy importante. Soy de los que están absolutamente convencidos de la frase de que la patria de un escritor es su lengua», con esta declaración de principios Francisco Estupiñán (Las Palmas de Gran Canaria, 1961) enmarca su trabajo como escritor.

Otro de los principios que lo guía al escribir es una orientación del poeta latino Horacio, que se le quedó grabada durante sus estudios universitarios de Filología: «la literatura debe ser dulce y útil» y lo repite en latín, en una frase más larga en la que se reconoce el final «utile dulci». Traduce la máxima a su caso: «la literatura debe provocar belleza y ganancia intelectual o emocional».

Autor de dos novelas de temática histórica, Estupiñán no se considera un autor de género y prepara otra tercera obra «en la que me desmarco de la novela de género», se separa de cualquier tipo de etiqueta. La historia le gusta y disfruta con su lectura por el mero placer de informarse o cuando recurre a ella para documentarse en su trabajo literario. De hecho, fue leyendo el libro del historiador Hugh Thomas El imperio español cuando supo de la existencia de Juan Garrido, que acabó convirtiéndose en el personaje de su segunda novela, Negro Juan (M.A.R. Editor, 2014).

Garrido fue el único hombre de raza negra y condición libre que participó en la conquista y colonización de América junto a los castellanos, o, al menos, el único que esté documentado. Fue la singularidad del personaje lo que le llamó su atención, al tratarse de un personaje negro africano que participa en la conquista del lado de los españoles, cuando «tanto la historia como la ficción que puede haber alrededor de la conquista y colonización española de América suele basarse en la dicotomía entre población nativa y los conquistadores»».

Pero el negro Juan le permite además sacar a la luz «a los perdedores que hubo dentro del bando ganador de esa batalla por la conquista de América», ya que su condición de africano le impidió ser recompensado de igual manera que sus compañeros de aventuras. «Me atrajo que a través de este personaje se comprueba que hubo conquistadores que no fueron precisamente vencedores».

Estupiñán rehúye, en cualquier caso, hacer moraleja o lecturas contemporáneas de un hecho histórico del calibre de la conquista castellana de América. «No se puede hacer mucha justicia retrospectiva, porque los condicionamientos morales eran muy distintos», asegura mientras después de una pausa continúa la reflexión: «aunque, en realidad, los políticos no lo sean mucho: sigue existiendo la voluntad del imperio».

Periodista de profesión, el escritor grancanario apunta que «la vocación literaria fue anterior, siempre existió esa querencia por la literatura, tanto como lector como escritor», aunque pasó tiempo entre «los primeros ripios» y las colaboraciones en revistas hasta que «me sentí con suficiente fuerza para abordar la novela y esa vocación se terminó concretando».

Aunque reconoce que la norma para la escritura periodística es distinta de la literaria, agradece al periodismo que le haya dado «mucha soltura, mucho entrenamiento a la hora de escribir y me ha enseñado a buscar la precisión del lenguaje; eso se ha quedado en mí como una fijación y como una característica de mi literatura».

El autor dedica tiempo a documentarse, como tiene que ser en general y aun más en el caso de la novela histórica, pero también ha dedicado mucho tiempo después de concluida la novela a buscar una editorial fuera de las Islas, porque «una editorial de Madrid con vocación nacional te permite un recorrido más amplio», que es lo que se necesita cuando se aborda la literatura como una carrera de fondo.

Francisco Estupiñán, tras colaborar en varios suplementos y revistas literarias, con La isla redimida (2005) hizo su primera incursión editorial a través de la literatura de no ficción y con su primera novela, El corsario de Lanzarote (2012), obtuvo el prestigioso premio Benito Pérez Armas 2011. También ha abordado la investigación sobre comunicación social, de la que destaca su trabajo La escritura entre líneas (1998). Su última novela es Negro Juan (2015).