TFNoir_Berna_Gonzalez_Harbour_y_Javier_Hernandez_02_copia«No planifico mucho», dice la escritora y periodista Berna González Harbour cuando se le pregunta por su método de trabajo al escribir novelas. «Tengo una idea del crimen que quiero o del negativo de la foto; el positivo es lo que escribes, el negativo es la intención, a dónde quieres llegar». La creadora de la comisaria Ruiz comienza así el reto de cada novela, «un poquito de idea del argumento y el resto lo voy tejiendo, elaborando, paseando, y poco a poco se va construyendo el sudoku».

González Harbour estuvo en el Festival Atlántico Tenerife Noir, en Santa Cruz de Tenerife, para presentar su tercera novela, Los ciervos llegan sin avisar. En ella, sobre la trama de una vuelta al pasado que deriva en una investigación, la autora reflexiona sobre la necesidad de cerrar heridas y de darse la oportunidad de reinventarse y reinventar la vida.

En esta ocasión, la protagonista de la novela no es la célebre comisaria de su creación, sino Carmen, una experta en análisis financieros «en paro, metida en un montón de problemas en su vida, que no sabe dónde va… está en una encrucijada» y que, en esa situación, con unos euros apenas en el bolsillo, recuerda un episodio del pasado y lo intenta aclarar. Su búsqueda la lleva a un pueblo en el que la hostilidad con la que es recibida es una invitación a profundizar la investigación. Para la autora, la novela es también una oportunidad de cerrar en la ficción un episodio que vivió hace años.

La novelista, también editora del suplemento literario de El País, Babelia, y colaboradora en tertulias políticas de la Cadena SER, señala entre los recursos que le ha aportado el periodismo a la hora de narrar «el dominio rápido del idioma, que viene de la práctica diaria, y la capacidad de documentación: un periodista sabe siempre encontrar datos para documentar un tema», explica.

Hasta ahí llega lo común en ambos quehaceres: el uso de la palabra y la búsqueda de datos, porque, de resto, los caminos del periodismo y la literatura son divergentes, mientras en uno «la materia prima es la verdad, no puedes decir nada que no esté probado, comprobado, verificado, no puedes decir nada que no seas capaz de demostrar», en la otra «es todo lo contrario, debe ser verosímil, pero puede ser todo mentira, y esa es la maravilla: que a partir de ahí tú trabajas libremente».

El proceso de escribir una novela, en su caso, puede llevarle alrededor de un año y medio. En los primeros cuatro meses escribe un primer borrador que deja reposar y luego vuelve a él «para pensarlo», y, sobre todo, para añadir, porque «soy más bien escueta». «Corrijo mucho, hay que corregir y corregir hasta que no ves la manera de corregir más», apunta, aunque en realidad ella es partidaria de no cuantificar el proceso de la escritura, porque coincide con García Márquez cuando hizo entender que la respuesta a la pregunta sobre la cantidad de tiempo que consume escribir una novela es la vida completa del autor… y cinco minutos más.

La voz de González Harbour es una de las más consolidadas en el género negro en España, sin embargo, la autora se mantiene ajena a este hecho, que son otros quienes lo destacan. Ella prefiere sentirse fascinada por «la constante posibilidad de fracasar», dice citando a Patricia Highsmith. «Es así. Cada vez que uno se sienta a escribir una nueva novela, un nuevo relato, una nueva página… siempre temes fracasar, que no te salga. Siempre hay un momento de crisis en el que dices ya no voy a ser capaz y luego sales adelante. Nunca está probado que seamos escritores consolidados y siempre es fascinante superar eso».

La autora de Los ciervos llegan sin avisar se muestra satisfecha con la situación de la novela negra en España, que siente «muy sana», porque «hay muchísimas voces, muchísimos subgéneros; hay autores jóvenes y mayores, hay muchos experimentos, hay una capacidad de retratar lo que está pasando en la realidad en la actualidad».

La crisis que vive nuestra sociedad desde hace años, «la ruptura de las certezas y de los valores» que conlleva esta crisis «nos hace sintonizar con un género que precisamente se dedica a describir sobre las zonas oscuras de nuestra realidad» y ha sido capaz de ofrecer al lector justo lo que se demanda en este momento: «primero, distracción y entrenamiento, que es lo que es la novela negra sobre todo, y en segundo lugar, la sintonía con aquello que se está leyendo».

El crecimiento de los seguidores del género ocurre, paradójicamente, en un país con un gran déficit en la lectura, frente al que González Harbour echa de menos un papel más activo desde el ámbito de la educación y de las bibliotecas. «Creo que en España hay un pésimo nivel de lectura porque no hay un plan integral suficiente en la educación, que es el punto verdadero de la lectura. Hay iniciativas particulares estupendas, pero la verdadera difusión de la cultura debería empezar por la educación de la mano de las bibliotecas y debería ser impulsada por el Estado como algo medular en la sociedad». Por este motivo, «los escritores no podemos sino estar agradecidos a este tipo de festivales. Nos acercan a los lectores, nos permiten conocerlos».