cuadro_juan_de_mirandaLa Casa de Colón exhibe desde el viernes la obra de Juan de Miranda ‘El rey Fernando III el Santo recibe en Sierra Morena a los embajadores de Mahomad, rey de Baeza’, cuyo reverso esconde un autorretrato del controvertido pintor grancanario en la cárcel de Orán, desde donde concurrió a un concurso convocado en 1760 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

La institución custodia aún hoy la pieza y la ha cedido en depósito (por seis meses prorrogables) para que, 255 años después, los paisanos del artista puedan ver el verdadero rostro de su autor, ya que, durante mucho tiempo, se pensó que su cara era otra.

La obra ha sido presentada por el coordinador general de Cultura, Patrimonio Histórico y Museos del Cabildo de Gran Canaria, Larry Álvarez; el académico José Luis Gago; y la directora de la Casa de Colón, Elena Acosta, quienes han explicado que el depósito ha sido posible gracias al convenio firmado recientemente entre el Cabildo y la Academia, el cual ya ha traído a Gran Canaria obras de El Greco y Rubens.

En ella, Miranda representa una escena del Pacto de las Navas de Tolosa a partir de una cita extraída de la Historia de España del padre Juan de Mariana. En el lienzo aparece el rey Fernando III, en el centro de la composición. A su derecha, la embajada de Mahomad le hace ofrenda de ricos presentes y, a su izquierda, en torno a él, se sitúan el arzobispo Don Rodrigo y los maestres de las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara.

En el reverso, el pintor se autorretrata con una inscripción latina alrededor del busto, firmado y fechado el 22 de mayo de 1760 en la cárcel de Orán. En esa inscripción, se lee: «Ano Domni. MDCCLX d.XXII Mensi Mai [cruz] Joanes de Miranda operabat hanc picturam cum incomoditate quam illi ofert una ex restrictis speluncis Civitatis Oranensis», lo que deja constancia de la ejecución de la pieza en el citado año en la ciudad norteafricana.

Vida y obra. Nacido el 13 de julio de 1723 en Las Palmas de Gran Canaria e hijo de un zapatero Juan de Miranda se traslada en 1748 a La Laguna, donde se fechan sus primeras obras conocidas un año después.
En 1752, el juzgado ordinario de aquella ciudad lo condena a seis años en el presidio de Orán por «trato ilícito» con Juana Martín Ledesma, con quien vivía amancebado y había tenido varios hijos, y por portar un puñal y una espada desnudos en el momento de la detención. Por su pobreza no se le condena a costas y el matrimonio con la citada Juana debía haber compensado la indemnización, aunque no parece que la pareja llegase a contraer el matrimonio.

De hecho, el cumplimiento de la condena se retrasó debido a su condición de pintor, que lo mantenía ocupado en la producción de diversas obras, como los retratos de los hijos del regente, la pintura del Nazareno de Telde o un lienzo para el Hospital de Las Palmas. Ya desde Orán, en 1760 envía al concurso de primera clase de pintura de la Real Academia de Bellas Artes ‘El rey Fernando III el Santo recibe en Sierra Morena a los embajadores de Mahomad, rey de Baeza’.

Su reaparición se produce en 1767, en Alicante, ocupado en la pintura de la capilla del Ayuntamiento. Tras recorrer algunas otras ciudades españolas y conocer en Madrid al pintor Mengs, en 1773 regresa a Canarias, estableciéndose en Santa Cruz de Tenerife, aunque, y de su carácter solitario y extravagante lo lleva a mudar con frecuencia de residencia.

Aunque todavía realizará algún desplazamiento a Gran Canaria, será en la isla vecina donde pinte el grueso de su producción conocida, con la iglesia como principal destinatario. En uno de aquellos viajes a su isla natal, en 1797, el Cabildo Catedral de Canarias le solicita dos lienzos de la Inmaculada y San Sebastián. Miranda es para el cabildo «conocido por su habilidad en esta arte», por lo que dos años después le encarga también el retrato del obispo Verdugo.

Aunque con buen dominio del dibujo, en sus composiciones con frecuencia se vale de estampas grabadas. Los colores fríos, propios del gusto neoclásico, nunca desplazan por completo a los tonos cálidos de tradición seiscentista, aunque siempre aplicados lisamente, con pincelada fundida. Todavía en 1804 pinta el Juicio de Bruto, fechado en Tenerife, donde muere un año después, tras otorgar testamento, el 10 de septiembre de 1805, haciendo constar sus escasos medios, cuidados en sus últimos tiempos por una nieta y una criada.

Entre su producción destacan el Vía Crucis de la capilla del Señor del Huerto de Santa Cruz de Tenerife; las series sobre la infancia, vida pública y Pasión de Cristo (Entrada de Jesús en Jerusalén y Expulsión de los mercaderes del templo y San Sebastián de la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria) y representaciones de la Virgen (la Purísima es la iconografía más repetida, siendo ejemplo de ello la Inmaculada que ya se encuentra en la Casa de Colón). A ello se suman retratos (solo siete están catalogados) como el de Cristóbal del Castillo Ruiz de Vergara, coronel de los Reales Ejércitos.