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Un equipo internacional de astrónomos, en el que participan investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias, comparten la intrincada y etérea belleza de la icónica nebulosa Messier 57 con un detalle sin precedentes, proporcionando una visión fascinante de esta maravilla celeste. 

Para muchas personas aficionadas al cielo, la Nebulosa del Anillo es un objeto conocido, situado en la constelación de Lyra y visible durante todo el verano. Se trata de una nebulosa planetaria. Estos objetos son restos de estrellas moribundas que han arrojado gran parte de su masa al final de sus vidas. Las imágenes captadas por el telescopio espacial James Webb (JWST, por sus siglas en inglés) ofrecen una oportunidad sin precedentes para estudiar y comprender los complejos procesos que dieron forma a esta obra maestra cósmica.

Mike Barlow, el investigador que lidera el Proyecto de la Nebulosa del Anillo del JWST, expresó su entusiasmo por los hallazgos: «El telescopio espacial James Webb nos ha proporcionado una visión extraordinaria de la nebulosa del Anillo que nunca habíamos visto antes. Las imágenes de alta resolución no solo muestran los intrincados detalles del caparazón en expansión de la nebulosa, sino que también revelan la región interior alrededor de la enana blanca central con una claridad exquisita. Estamos presenciando los últimos capítulos de la vida de una estrella, un anticipo del futuro lejano del Sol, por así decirlo, y las observaciones del JWST han abierto una nueva ventana para comprender estos asombrosos acontecimientos cósmicos. Podemos utilizar la Nebulosa del Anillo como laboratorio para estudiar cómo se forman y evolucionan las nebulosas planetarias».

Las Nebulosa del Anillo es un testimonio del ciclo de vida estelar. A unos 2.600 años luz de la Tierra, la nebulosa nació de una estrella moribunda que expulsó sus capas exteriores al espacio. Lo que hace que estas nebulosas sean realmente impresionantes es su variedad de formas y patrones, que a menudo incluyen delicados anillos brillantes, burbujas en expansión o intrincadas nubes difusas. Estos patrones son consecuencia de la compleja interacción de distintos procesos físicos que aún no se comprenden bien. La radiación de la estrella central caliente ilumina estas capas. Al igual que los fuegos artificiales, los distintos elementos químicos de la nebulosa emiten luz de colores específicos, dando lugar a coloridos objetos celestes y, además, permitiendo a los astrónomos estudiar con detalle la evolución química de estos objetos.

“La resolución espacial sin precedentes obtenida por el JWST nos ha permitido ver estructuras en forma de grumos y filamentos tan pequeños como 150 unidades astronómicas (UA), sabiendo que una unidad astronómica es la distancia de la Tierra al Sol”, explica Arturo Manchado, investigador del IAC y miembro del Proyecto de la Nebulosa del Anillo del JWST.

El equipo internacional que revela hoy estas imágenes está compuesto por investigadores de Reino Unido, Francia, Canadá, EEUU, Suecia, España, Brasil, Irlanda y Bélgica; que continúan trabajando y publicarán también imágenes de esta nebulosa con el instrumento MIRI.

El telescopio espacial James Webb, fruto de la colaboración entre la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA), ha cambiado las reglas del juego de la Astronomía. Sus capacidades van más allá de lo que permitían los telescopios espaciales anteriores, facilitando el trabajo de los científicos de profundizar en el cosmos y explorar nuevas fronteras del universo.

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