Canarias como escenario noir

Existe un género negro con acento canario. Es una realidad incontestable, destacada desde la primera edición del Festival Atlántico de Género Negro, Tenerife Noir, en 2016, y quizá también una de las causas de la pujanza de esta iniciativa cultural.

El género negro solo necesita como condición fundamental para su desarrollo el que “haya seres humanos”, aseguró el codirector de la serie televisiva Hierro, Pepe Coira, que participó en la mesa sobre Canarias como escenario noir. Su afirmación fue secundada por sus compañeros de mesa, los escritores José Luis Correa y Mariano Gambín y el cineasta Norberto Trujillo.

A la condición humana se suma el objetivo del retrato de la sociedad y de los comportamientos vistos desde su dimensión sociológica. En este enfoque cabe una diversidad infinita, desde la vivencia de la soledad hasta el funcionamiento de los espacios de poder, por citar algunos de los asuntos que están en el fondo de las novelas comentadas o de los puestos en las mesas de debate y en las presentaciones de libros y autores en esta quinta edición de Tenerife Noir. Y, porque es literatura, o arte, en general, el género negro no puede dejar de abordar los grandes temas universales: “las emociones humanas y los tópicos de la literatura: el miedo, el amor, la venganza, la muerte…”, añadió Correa en una de las mesas en las que participó.

Lo diferencial en la novela negra canaria viene dado por el acento y por un espacio que condiciona las historias y que marca profundamente a los personajes. Así, Coira, que parte de un conocimiento parcial de las islas, aunque marcado por la experiencia de la periferia de su Galicia natal, destaca el hecho de que la isla es un espacio cerrado, un factor que condiciona profundamente las historias. Efectivamente, “la isla como espacio cerrado facilita la trama criminal: solo se puede escapar por mar. Nunca el malvado se va a mover por el aeropuerto”, subraya el escritor José Luis Correa. Se podría mencionar también algo inmaterial que apunta la periodista y escritora tinerfeña Yanet Acosta: eso que maman los autores “cuando uno está mamando en esta tierra, tan proclive al arte”.

El creador del investigador Ricardo Blanco subraya que “el espacio es fundamental, la ciudad como elemento identitario de las novelas es algo que nadie discute en otras artes… la música, la pintura, la arquitectura están asociadas a sus lugares y en literatura también” y , para el caso de Canarias, Correa pone el foco sobre el puerto y la orografía. La belleza plástica del paisaje, casi un tópico en las Islas, también es un hecho, pero “no es lo importante” ni lo que sostiene la historia, recuerda Coira.

Lo fundamental es “el lenguaje, el acento, que está incluido en la estética de una novela o de una serie de televisión”, dice Correa. Acento y paisaje son las dos partes de un binomio que identifica y sitúa, que construye personajes que hablan de una forma determinada: “somos lo que hablamos también y la manera en la que nos comunicamos y el lenguaje es tan evidente como el espacio”, apunta el escritor grancanario.

Ese acento se adivina también en hechos no discursivos. Los personajes actúan, se mueven y lo hacen marcados incluso hasta por la temperatura ambiente. Al leer se percibe hasta la existencia de un “no lugar” que alienta la escritura de autores que ya no viven en las Islas o que se mantienen en ese camino constante de ida y vuelta de quienes viven fuera. “Cuando lees, aunque sea un no lugar espacial, percibes el lugar desde el que está hablando, percibes un soniquete, una mirada…, que reconoces también porque es la tuya”, dice la autora de Matar al padre en referencia a la literatura de Sabina Urraca, editora de Andrea Abreu, a quienes Acosta menciona también como una señal de que existe un “futuro” para la literatura canaria y una señal de que “estamos en el mejor momento” de la literatura en las Islas.

La referencia a autoras que no lo son de género negro, como Abreu, es oportuna porque “lo que ha ocurrido es que en Canarias hay voces, en la literatura, no solo en la negra, que no tienen ningún tipo de complejos y de problemas en situar sus relatos y sus novelas en las Islas”, apunta Correa… o porque sus textos dejen traslucir a lectores que compartan sus coordenadas ese “no lugar” desde el que escriben.

Las historias transcurren en las calles y paisajes de las Islas, donde cada cual ha construido universos propios, pero tampoco esto es producto de una intención con más fines que los del reconocimiento de que es posible y normal que tramas de novelas negras, incluso de thrillers, transcurran en las Islas. Es casi una cuestión práctica. Así lo afirman Mariano Gambín –“sitúo muchas de mis historias en La Laguna porque es lo que más conozco y eso ayuda, porque, cuanto más conoces un lugar, más fácil es situar a un personaje que se desenvuelve allí“, dice el autor que presentó El palacio oscuro en la carpa de Tenerife Noir en la Feria del Libro– y José Luis Correa: “Si el paisaje, el escenario, ya lo tienes dominado, tienes ese trabajo avanzado… Es una cuestión práctica más que ideológica”, afirma quien presentó en el festival su última novela, Las dos Amelias.

Por otra parte, la elección de las Islas como escenario para las historias no encorseta, afirma Mariano Gambín, con quien coincide Norberto Trujillo: “el lugar no encierra, lo interesante es hasta dónde quieres llevar tu historia, todo depende de los límites que el creador se ponga a la hora de narrar”.

El género negro es fecundo en Canarias, como lo está siendo la literatura de las Islas en estos tiempos. Así dan cuenta las obras y los autores que estuvieron presentes en la quinta edición de Tenerife Noir, en distintas disciplinas artísticas, desde el teatro –con la representación de Se han escrito cuatro crímenes, de El Antihéroe Teatro– hasta el cine –con la participación de Norberto Trujillo y los 35 cortometrajes presentados en la cuarta edición de Tenerife Noir Express–, hasta la novela gráfica –como mostró la exposición El noir en viñetas: Eduardo González, con obra del historietista tinerfeño– y la literatura, un ámbito prolífico que permitió la presentación de Apagón en la cripta (2020), de Miguel Ángel Contreras; Pacheco (Mercurio, 2019), de Christian Santana; Las dos Amelias (Alba), de José Luis Correa; El palacio oscuro (Oristán), de Mariano Gambín; La muerte sabía a chocolate (M.A.R. Editor), de Pascal Buniet (premio Wilkie Collins 2020); Los bailes de Clementina, de Javier Afonso Vilavert; Los hombres y las libélulas, de Iván Verá Machín; Desde lo negro, Juan Carlos Chávez Mora; Testigo mudo: El reloj (Idea), de Juan Manuel Fernández del Torco; Carcoma (Baile del sol), de Yurena González Herrera; La tumba el asesino (Amazon), de Bibiana Reyes Cruz; Los espectros de Nueva Ámsterdam (Cazador de ratas), de Miguel Agerralde, relatos noir de Felicidad Batista

Firma todas las fotos: Ricardo Pinillos Toledo.

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