SUSANA MARTIN GIJON

Dice la crítica que Susana Martín Gijón, reconocida escritora de género negro, ha dado un triple salto mortal con La Babilonia, 1580 (Alfaguara, 2023), calificada como la novela más ambiciosa de su rica trayectoria. Con esta novela y todo el bagaje que le da su recorrido, la escritora extremeña se presenta este sábado, 4 de noviembre, a las 18.00 horas en la Casa de la Cultura de Tacoronte para reflexionar sobre literatura, historia, género negro y todo lo que le proponga la aguda visión del crítico y periodista Eduardo García Rojas, quien la entrevistará en vivo para el público del Festival de Novela Histórica Ciudad de Tacoronte, a las 18.00 horas en la sala Óscar Domínguez.

En la Sevilla de 1580, la ciudad del Guadalquivir vive su momento de máximo esplendor como capital del comercio entre el Nuevo y el Viejo Mundo, por la actividad de la Flota de Indias. Dos mujeres protagonizan esta historia, Damiana y sor Catalina, que fueron amigas en la infancia y se verán unidas de nuevo para investigar un brutal asesinato, una labor en la que pondrán en peligro sus propias vidas y el secreto mejor guardado de la Corona.

Pregunta.- Seguro que está cansada de escucharlo, pero es obligado preguntar cómo decide dar el salto a la novela histórica, con el largo y fructífero recorrido que tiene en el género negro, porque esta novela combina los dos géneros, o, puestos a poner etiquetas, ¿es “negra-histórica”?

Respuesta.- Le han puesto todo tipo de etiquetas. No suele haber una novela pura. Yo creo que esta novela es histórica; por supuesto, es novela negra, también se van a encontrar con thriller, porque tiene todos esos elementos de capítulos cortos, giros de guion, finales en alto, para hacerla muy adictiva; es también una novela de aventuras, incluso la han calificado de novela picaresca o nueva picaresca. Lo importante es que disfruten y que se lo pasen bien con ella.

Creo que por supuesto, tiene todos los esos elementos de la novela negra que yo tengo ya tan pulidos, con diez novelas publicadas a las espaldas, pero, bueno, en cuanto a la decisión, es porque, como autores, necesitamos enfrentarnos a nuevos retos. Yo siempre he sido muy lectora de novela histórica, además de novela negra y, después de toda esta serie de libros, y en concreto los tres últimos de la inspectora Camino Vargas, sentía que me apetecía ese cambio. Entonces, me atrevo por fin, sabiendo lo que conlleva, todo ese proceso muchísimo más exigente de estudio, de investigación y de documentación. Y me voy a mi escenario habitual, que es Sevilla.

P.- ¿Por qué 1580?

R.- Para mí es el momento más interesante de la ciudad, de máximo esplendor porque era capital comercial neurálgica del Viejo y el Nuevo Mundo, todo, todo en el Nuevo, en el Viejo Mundo pasaba por Sevilla. En ese momento, la ciudad ha crecido en riqueza y muchísimo en población, con gente que iba hasta Sevilla para para lograr un pasaje para una vida mejor y se quedaban ahí de forma indefinida, acampados en el arenal. Es insostenible por muchos motivos y me parecía que también, para esos elementos de novela negra que incorpora, era un aliciente, aglutinaba todo el esplendor, pero también la miseria, las desigualdades y ese mundo en el que yo también me quería introducir.

P.- No se trata de una novela histórica de evasión, sino que hace una reflexión sobre la cuestión social, un análisis crítico que evidencia la oscuridad que puede haber en un sistema social, ¿no?

R.- Totalmente, yo lo que hago, tanto con la novela más actual como con esta histórica, es un retrato social. Además, en este caso hay algo que a mí también me motivaba a la hora de narrar esta etapa histórica, que era irme a la gran mayoría social, la de los desheredados y desheredadas. Las mujeres van a tener un protagonismo importante en la historia. No quería irme a la Corte, a la Corona y todo su entorno, no a las élites, en definitiva, que es una minoría, pero es lo que tendemos a encontrar de forma muy habitual en la ficción histórica. Yo quiero irme a esa mayoría social y darles voz y que nos metamos en su piel; por supuesto, a base de conocer la historia, y vamos a ver mejor dónde estábamos y todos esos lastres que nos persiguen a día de hoy: la violencia feroz de la época, la corrupción, la hipocresía, la desigualdad y, por supuesto, la desigualdad atroz entre mujeres y hombres. Todo eso que se va a ver claramente en esa etapa y en la novela, lo seguimos arrastrando, por lo tanto, sirve muy bien para comprender mejor de dónde venimos, que parece un tópico, pero es que es realmente así, nos hacemos mucho más conscientes y reflexionamos sobre ello. Entonces, por supuesto que puede una novela histórica servir para la reflexión.

P.- Otra cosa que también parece un tópico, que es necesario mencionar, es el que hecho de que ser escritora le ofrece una perspectiva sobre esas desigualdades que afectan a las mujeres mayor que si fuera un escritor, ¿no?

R.- Creo que más que el que sea hombre o mujer, es la sensibilidad y la empatía que se tenga. Creo que una de las virtudes o de las habilidades más importantes de un escritor es precisamente la de la empatía, la de saber ponerse en el lugar del otro. Yo igual me pongo en la piel de un animal o de un asesino en serie o de cualquier tipo de hombre o de mujer de diferente clase social, pero sí es cierto que veo que hay una deuda histórica con las mujeres, que se han invisibilizado absolutamente en esa historia que nos han contado. En la novela negra clásica está muy descompensado el protagonismo que se da al hombre con el que se da las mujeres, que es mucho más secundario, estereotipado. Por suerte, esto está cambiando, se está igualando un poco, aunque aún queda por hacer, pero si así nos vamos a la histórica, y más al siglo XVI, es que parece que las mujeres no existían, cuando eran, igual que ahora, la mitad de la población. Así que aquí sí está, hay hombres y hay mujeres y hay mujeres, como es el caso de Damiana, que tienen un protagonismo muy importante en la historia.

P.- La Babilonia del título parece que es Sevilla, pero es un prostíbulo.

R.- Me refiero a Sevilla, pero sí también es el nombre de la botica de la casilla donde ejerce una de las protagonistas. La Babilonia es como llamaban los grandes literatos de la época a Sevilla, esa gran Babilonia de España, por todo lo que representaba, de opulencia, boato, esplendor, pero también de vida pecaminosa, de pillaje… Está todo contenido ahí. Es cierto que, dentro del compás de la laguna, de esa mancebía sevillana, ese prostíbulo legal de la ciudad, hay una de las casillas donde vende su cuerpo la protagonista. Este nombre es ficción, no se llamaba así. He querido llamarla también la Babilonia, porque resume todo. Es una botica muy cotizada, donde va gente de mucho prestigio, pero donde también está toda la miseria, el pecado, esa vida pecaminosa que está contenida en la expresión de lo que representaba la ciudad de la época.

P.- ¿Cómo era vivir en la Sevilla de esa época? ¿Qué hacía diferente a la ciudad en España y en Europa?

R.- Al tener el monopolio del comercio de las Indias, todas las flotas de Indias tenían que pasar obligatoriamente por el puerto de Sevilla, con ese convoy que entraba y salía dos veces al año. Se descargaba todo el oro y toda la plata y el resto de mercancías y de riquezas. Esa población se enriqueció exponencialmente y dio a la ciudad muchísimo. Yo me pregunto si toda esa desigualdad que hay a día de hoy en Sevilla, que es la ciudad con más barrios desiguales de España, no trae causa también en todo aquello, porque la ciudad se ha enriquecido muchísimo, pero también se generó un enorme escalón social y desigualdad. Era apasionante vivir allí, si tenías ciertos recursos. Si no, estabas fastidiado. Dentro de la península, era el lugar más fascinante. Luego tenemos Canarias, que también vivieron mucho de este comercio de Indias, porque ahí paraban a hacer aguada, a cargar mercancías, en diferentes islas.  Canarias también tiene su papel en la trama, porque nos vamos a ir en uno de esos galeones, con esa flota, y una parte de la trama se desarrolla en Garachico, también una ciudad que se hizo riquísima.

P.- Una parte importante de los retos que se afronta al dar ese salto a la novela histórica es el de la documentación, ¿verdad?

R.- Sí, en ese sentido he sido muy muy rigurosa. Me parece esencial un ejercicio de honestidad con los lectores, sobre todo el conocer yo la época todo lo mejor posible, estudiarla e interiorizarla cuanto esté en mi mano y luego, si hay algo que, por la acción, se considera importante ficcionar, en mi caso lo que hago es hacerlo saber a los lectores en una nota final. Esto exige muchísimo trabajo, primero de estudio, de lectura de textos de la época, de crónicas… en archivos, en librerías de viejo he encontrado verdaderos tesoros y también contar con el criterio experto de profesores y profesoras de universidad, especializados en los distintos contextos de esa época y que, por suerte, siempre son muy generosos a la hora de aportarte su saber y de decirte si estás metiendo un gazapo o vas por buen camino.

Luego, estuve viviendo específicamente en Sevilla durante medio año para buscar todo esto y para estar in situ, me llegué a enrolar en una réplica de un galeón, armado, como el de la novela. Esto fue un regalo para mí, yo no sabía que existían réplicas navegando por el mundo. Hice un trayecto de cinco días con ellos, desde Vigo a Bermeo, y tuve la oportunidad de dormir allí, de ayudarles a arriar velas, de marearme como solo se marea en un galeón, de oír crujir la madera por la noche… Es duro, pero, ayuda muchísimo a la hora de trasladar a los lectores esta experiencia sensorial.

P.- El otro reto que se afronta al escribir una novela histórica es evitar hacer un juicio desde el presente.

R.- Sí, eso es todo un reto, porque vivimos en el presente, por mucho que yo me haya querido documentar y meter en esa máquina del tiempo, incluso metiéndome en el galeón, al final vivimos en la época que vivimos y es complicado no saber cuándo estamos proyectando, pero bueno, en todo caso el ejercicio es ponerse en la piel de esas personas, que, además, era mi motivación. En el caso, por ejemplo, de Damiana, que era una mujer que vendía su cuerpo en la mancebía sevillana, nos han llegado muchas referencias por literatos que iban allí y después nos lo contaban, pero nunca hemos tenido la oportunidad, que a mí me conste, de saber precisamente en boca de esas mujeres, cómo era esa vida suya. Lo que yo quiero es que nos pongamos en esa piel, me parece mucho más interesante. Una niña huérfana que no ha tenido recursos, que se ha buscado la vida como ha podido y se ha ido curtiendo –cada día es un desafío para la supervivencia–, me parece que es mucho más interesante y mucho más novelable, además de restituir esa deuda de la que hablábamos. Tiene mucho más que decir que un noble al que se lo han dado siempre todo y, para mí, mi ejercicio y mi trabajo es intentar ser ella, transforme en ella, hablar por su propia boca, digamos. Ahora ya que juzguen quienes lean, pero también lo juzgarán desde el presente, porque al final son las herramientas que tenemos.

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