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David Olivera, Nueva York (2006)

La reverberación fotográfica de las ciudades vividas en la trayectoria itinerante del artista canario David Olivera rezuma una dimensión íntima y comunicable de ese tipo de experiencia personal que resulta revelatoria sobre el discurrir de la vida alrededor de lugares como Berlín, Tindouf, Nueva York o Dakar.

Cada obra del artista sintetiza un cosmos gravitatorio de planos registrados por el objetivo de la cámara, más allá del planteamiento retiniano del voyeur, que mira desde el anonimato de la multitud, una característica primordial de las nuevas tendencias que en la fotografía sinérgica de David Olivera muestra la base consagrada de una forma de mirar, intensificadora de halos y auras con una naturalidad solemne, peculiaridades que potencian a fin de cuentas la interconexión de referencias de su mapa interior para ofrecer una crónica del estado del mundo, en lugares que aun estando dispersos y desconectados entre sí, resultan por el don del artista, en su conjunto articulado, casi familiares y hasta habitados por el propio observador.

Afincado en Estados Unidos, el artista canario atesora en su portfolio individual un desarrollo cartográfico de todas sus ciudades, los lugares que ha vivido el propio David Olivera, proyectando una forma de poética testamentaria sobre ángulos de visión y momentos detenidos que forjan una huella profunda del acontecer vivenciado por él mismo, sin la determinación temporalizada del viaje charter y la obsesión masiva por el souvenir que capitalizan el turismo de islas y cruceros. En cada una de sus fotografías, sinérgicas y atrayentes, hay una especie de bastión inspirativo que resuelve radicalmente la provocadora tentación del exhibicionismo de lo visto, volcando hacia la luz pública que es toda obra de artista, aquella manifestación postectónica, sucedida y efímera, de un paisaje sintetizado por medio de la cámara hacia la región futurible de la secuenciación artística.

Y es que el panorama de la fotografía contemporánea, que encuentra en la obra individual de David Olivera un exponente de referencia con talante internacional, proviene del sepia antiquísimo de obras maestras que van del norteamericano Alvin Langdon Coburn, a segundas y terceras oleadas de vanguardia que abarcan la electrografía, el fax-art, lo infográfico y la impresión láser que conforman todos aquellos -otros y distintos- procesos de eclosión artística con las nuevas tecnologías que facilitan la comprensión del media art y las nuevas formas de lo contemporáneo.

Este verano descubrí las ciudades de David Olivera, un conjunto de obras originales en la que pueden vislumbrarse las conjugaciones de la imagen clásica de un plano exterior, y el proceso en sí del trabajo creativo-vivido, que reproduce los márgenes potentes de un memorándum testimonial sobre el cosmopolitismo anhelado para la médula histórica del ya tan problemático como esperanzador siglo XXI.

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