150907_ATLAS_URBANO_Rapsodia_en_verde-El acuarelista portuense Antonio Rodríguez exhibirá su obra al público de Santa Cruz, hasta el próximo 4 de octubre, en la sala anexa del Centro de Arte La Recova. La muestra, que lleva por título‘Atlas urbano’, se abrió al público a las 20:30 horas y contó con la presencia del quinto teniente de alcalde y concejal de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, José Carlos Acha.

Siguiendo la línea de exposiciones previas que se han ido desarrollando durante 2015 (Instituto de Estudios Hispánicos y sala Fleming en Puerto de la Cruz, Casa del Vino de El Sauzal, Círculo de Bellas Artes y sala Ámbito Cultural del Corte Inglés en Santa Cruz), el autor elige las grandes megalópolis contemporáneas como hilo conductor de su discurso expositivo.

En ‘Atlas urbano’ propone, a la manera de los viajeros del siglo XIX, un vibrante periplo visual por ciudades de localizaciones, contenidos e idiosincracias dispares. El artista no tiene una premeditación precisa, es una apología deliberada del primitivo placer del extravío, de la deriva, y del descubrimiento. Las ciudades representadas en sus creaciones tratan de provocar la emoción inédita de los recién llegados, la visión reveladora y a veces alucinada de los primeros encuentros. El descubrimiento puro y duro.

Escenas urbanas porque, dentro de la concepción creadora de Rodríguez, la urbe representa la metáfora y la materialización máxima de la misma faceta creadora que él trata de evocar. La ciudad como símbolo, como suma inacabable y como compendio inapelable y a la vez inabordable de arte, de pasiones, de sueños, de procreaciones, de capacidad de maravillamiento, de desvaríos, de truculencia y de mística.
Ciudades que podrían haber sido Helhelm, Atlántida, Avalón, Camelot, Eldorado, Procopia o Bersabea, pero que son París, Chicago, Barcelona, Marrakech, San Francisco o Puerto de la Cruz que, en el fondo, vienen a ser lo mismo.

Autodidacta en términos de formación y de evolución, sus creaciones compaginan una rara y fría poesía basada en encuadres distantes y abiertos con una palpitación velada que prefigura lo inminente. Hay puntos suspensivos al principio y al final de cada obra. Hay serenidad y hay vibración. Hay atracción, persuasión, solemnidad. También hay un pálpito de incertidumbre, de trompetas anunciadoras.

En términos tecnicos, y no sintiéndose atado a ninguna línea académica ni a postulados de la acuarela ortodoxa, su estilo se desenvuelve de una manera intuitiva y personal entre trazos enégicos que se aproximan a los propios de la técnica al óleo con otros de una delicadeza que sólo la acuarela es capaz de desplegar. Entre efectos lumínicos destacan tanto los contrastes apabullantes como los bordes que se confunden y donde la concepción global del tema se impone a sus diferentes elementos. Un estilo de sacudidas visuales y de arrobamiento. Unas pinturas donde hay trasiego, color, calor, sensaciones térmicas, olor a asfalto, hipnosis y música de violines.