Me apasionan los atlas. Cuando era niño tomaba entre mis manos el único libro que mi padre había salvado de su educación elemental, un compendio con tapas rojas, editado a principios de siglo, y en cuyas páginas amarillas se representaban ciudades y países lejanos, nombres ininteligibles, algunos subrayados yo no sabía por quién, y otros que despertaban en mi la curiosidad innata de la infancia y el anhelo desbordante de la juventud. Aún hoy regreso a ese, y a otros muchos que guardo con cariño, como el de Sonidos Remotos de Víctor Terrazas o el de islas remotas de Judith Schalansky para perderme en sus abandonados lugares, llenos de sorpresas y de incógnitas.
No me supuse nunca, quizá no albergué jamás esa expectativa, que alguien con quien compartí horas de navegación costera me ofreciera, ahora, tantos años después, uno de los mejores atlas en los que he navegado. Latitud irreparable es la primera propuesta poética de Marta Giménez. Es el atlas de los naufragios de la razón. Una cartografía delicadísima de versos certeros y evocadores como las páginas del volumen de mapas de mi padre.
La poesía no vive un buen momento. Hay mucha. Y muy mala. Creo, sincera y humildemente, que la literatura poética ha sido sustraída por los rejos de la globalización y del algoritmo. Me paseo por las librerías de centro comercial y veo ediciones de compendios de versos almibarados y artificiales, llenos de tópicos y poéticas empaquetadas en papel de muy baja calidad. Alguien me dijo una vez: “por lo menos hay poesía en las librerías”. Y me sonó tan complaciente la frase que imaginé a toda la población contenta en los supermercados cuando solo hubiera en las estanterías comida rápida, precocinados y papas fritas Pringles; y para encontrar un tomate de huerta, una zanahoria retorcida o una papa mayor que otra hubiera que acudir a colmados especializados, y para frikis.
No me interesa la poesía al corte, a granel, a cucharadas o cucharonazos. Y tampoco me interesa aquella elitista y artificiosa de las corrientes almidonadas y “aesthetic” de la moda, y reitero, friki.
Busco en páginas alimento para mi espíritu, el aventurero de los atlas innombrables y el literario de los versos escritos de verdad, con el estómago y los riñones, y en última instancia con el corazón.
Por eso es sorprendente encontrar libros como este. Y más sorprendente aún que haya sido editado por el Instituto Canario de Desarrollo Cultural en su colección Natalia Sosa. Me pregunto qué rocambolescas coincidencias han tenido que suceder para que estos poemas hayan superado todos los escollos de la edición y hayan podido ver la luz. Y me felicito porque esto haya sucedido, porque de otra forma no sacaríamos nunca la cabeza de lo habitual en estos lugares.
La latitud irreparable es una magnífica colección de poemas, sutilmente construidos en base a dos herramientas principales: la documentación poética y literaria, exquisita y presente, y la creatividad y el talento de su autora, sencilla y cargada de valor estético. Profunda y a la vez voluptuosa. Como la maresía, la lectura de estos poemas deja tras de sí cierto saber en la piel, mueve cosas. De eso se trata la poesía, o al menos así lo creo yo.
La poca huella que ha dejado este libro en la opinión pública canaria argumenta, una vez más el poder de su contenido. La colección Natalia Sosa Ayala lo incorporó como el último título de su catálogo, y poco más se ha sabido. Me congratulo una vez más de haberlo leído, de que forme parte de esta colección, y de que su autora, además, consolide en nuevas líneas otras propuestas que espero con deseo y admiración.
Por lo demás, déjense cubrir por el agua del mar. Los naufragios nunca fueron tan placenteros.
Literatura
Título: La latitud irreparable
Autor/a: Marta Giménez
Género: Poesía
Editorial: Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias, colección Natalia Sosa Ayala
ISBN: 9788479479391
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