Gestores Culturales

La Asociación Canaria de Profesionales de la Gestión Cultural celebrará este sábado, 24 de febrero, en las instalaciones del Museo Castillo de Mata, en Las Palmas de Gran Canaria, su próxima asamblea general. Aprovechando este encuentro anual, el colectivo ha organizado una charla-debate en la que se hablará de la futura influencia de la inteligencia artificial  en la generación de contenidos.

Bajo el título ‘Esperando el diluvio’, este encuentro contará con la presencia de los expertos Sergio Salgado y Antonio Blanco-Gracia, expertos en  consultoría tecnológica, comunicativa y organizacional en Pantheon Work. El acto, con entrada gratuita para las personas interesadas, cuenta con la colaboración del área de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, y tendrá lugar a partir de las 11:30 horas del sábado 24.

–  ¿La inteligencia artificial es ya una realidad en el sector cultural?

AB: Sí que es una realidad, pero desigualmente distribuida, como decía el autor de ciencia ficción. SS: Es una hipótesis plausible pensar que hay grandes monopolios de la industria cultural que llevan usando durante años los avances que han llegado al gran público este año y que ahora mismo están usando otras herramientas que no tardarán en popularizarse.

AB: Lo que pasa es que se usa, en general, de forma muy torpe. Como es muy torpe la mirada que no distingue una buena obra de otra mala, esté realizada con o sin IA. La falta de criterio informado de personas que toman decisiones sobre temas culturales o simplemente estéticos también era una realidad antes de la llegada de la IA; en las empresas, en la administración, en las ONG, etc.

–  ¿Hay más riesgos que oportunidades en la aparición de la IA en el sector cultural?

SS: Los desarrollos que están surgiendo en el actual momento de extraordinarios avances de la inteligencia artificial son en algunos casos Tecnologías de utilidad general (GPT) como el fuego o la imprenta cuya implicaciones en el sector cultural en particular y en nuestra vida en general pueden ser tan amplias y profundas que podemos poner el foco donde queramos. Habrá quien por ideología, interés o actitud ante la vida ponga el foco en los riesgos, en las oportunidades, en los trabajos, en la productividad… Nosotros somos del natural optimistas y aunque en ningún caso somos tecno-solucionistas ni tecno-deterministas sí que tendemos al tecno-optimismo y creemos que tenemos suficientes razones para serlo. La historia humana nos enseña que todo lo que merece la pena es un monumento a la colaboración homo vs máquina y que los efectos de una nueva tecnología dependen lo que decidimos colectivamente hacer con ella, con el énfasis en “colectivamente”.

TB: Exacto. El problema es que no hacemos este ejercicio de gobernanza, y dejamos que sean las empresas las que guíen sus usos, con fines muy crematísticos. En nuestro podcast «Mitos y Memes» dedicamos un episodio a explicar de manera muy prolija cómo adoptan las comunidades Amish la tecnología. En contra de una creencia muy extendida, la incorporan, y mucha; pero con extensa deliberación y de acuerdo a unos valores muy concretos. Nos parece, en este sentido, un admirable modelo a seguir. Pero a diferencia de las comunidades Amish, nosotros no tenemos claro a qué modelo de sociedad queremos que sirva la IA. Por defecto aspiramos que contribuya a un genérico crecimiento económico, sin atender a todas las externalidades negativas que puedan producir si lo hacemos de cualquier forma. Así que el debate es confuso, y sobre todo, estéril. En el campo de la cultura, esto es particularmente claro.

–  ¿Cuál puede ser el principal cambio en el ecosistema cultural?

SS: El ecosistema cultural vivió uno de los cambios más grandes imaginables hace apenas un par de décadas. Desde la aparición de la Web2.0, los contenidos generados por los usuarios pasaron de ser un interesante experimento social a la realidad de cada día. ¿Cómo debemos interpretar en términos de cultura, o de industrias culturales si quieres, que la enciclopedia más leída sea la Wikipedia?  Mientras tanto, los contenidos generados por los antiguos «grandes» medios de comunicación suponen menos del 5% del tráfico de Internet en sociedades como la española. En este contexto, muchos de los debates y marcos culturales desde los que operamos dejaron de tener sentido.

Lo que viene ahora podría ser igual o más impactante: un nuevo gran tsunami de contenidos como el de principios del s.XXI en el que en poco más de un año se generen más contenidos que en toda la historia humana anterior.

TB: La originalidad o calidad de esos contenidos, por supuesto, es a día de hoy una incógnita,que nos lleva al debate de la confianza, la reputación y el reconocimiento de la autoría. Otro escenario es una redefinición de la producción cultural como la que se produjo en la pintura tras la aparición de la fotografía o en la cultura en general con los avances tecnológicos de finales del SXIX principios del S.XX. Lo primero que te viene a la cabeza es la reflexión de Walter Benjamin sobre la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Ahora la reflexión es directamente sobre su «productibilidad» técnica. Tenemos herramientas que nos permiten producir cultura de cierta sostificación con conocimientos teóricos y técnicos bajo mínimos. Lo más probable es que sin excelencia, pero a un nivel sorprendentemente bueno.

–  ¿Se debería regular su aplicación en el mundo de la cultura?

SS: A poco que lo reflexiones, toda la alarma actual está relacionada a que vivimos en una sociedad hiper conectada gracias a Internet. La respuesta regulatoria adecuada a casi cualquier nueva tecnología debe necesariamente basarse en una comprensión sólida de la arquitectura básica de Internet y del funcionamiento de esta tecnología. Cualquier cambio propuesto también debe verse en el contexto de la necesidad de preservar la arquitectura única de Internet como red de comunicación global. Es un asunto delicado y no debe hacerse a golpe de pánico mediático.

A estas alturas parece bastante obvio que todas esas noticias de “la IA va a acabar con la humanidad”- son acciones de marketing de monopolios tecnológicos que aprendieron la lección del Facebook, que fue el pionero en esta estrategia. Zuckerberg tuvo el mejor anuncio publicitario de la historia el día que compareció ante el Senado entonando un mea culpa [relativo] porque su máquina era tan poderosa que sin querer había puesto de presidente de los Estados Unidos a un millonario cutre de un reality.

Ahora ciertas big tech tratan de hacer lo mismo: por un lado le están diciendo a otras empresas “si los políticos están preocupados porque mi tecnología puede destruir la humanidad imagínate lo que puede hacer por tu empresa”. Por otro -y creemos que esta es la cuestión clave que no se está teniendo en cuenta –estamos viviendo un momento «opensource» donde las comunidades de código abierto le están ganando la partida a las grandes empresas. No vivíamos un momento tecnológicamente y culturalmente tan estimulante desde principios del S.XXI y la aparición de la web 2.0. De hecho todo el boom de la Inteligencia artificial de este último año está causado por esto. Y eso también es cultura. El genio está fuera de la botella y a los grandes monopolios les encantaría volver a meterlo dentro. Y la regulación es una forma de hacerlo.

TB: Por supuesto, también tenemos que estar atentos al uso que se haga de ella desde el sector público, tan influyente en el sector cultural. Sabemos de una fundación potente que ya planifica evaluar solicitudes de subvenciones con IA, con toda la problemática que esto puede suponer por los sesgos del algoritmo, etc. Veo perfectamente previsible que la administración quiera descargarse de trabajo de esta forma. Porque también empezarán a recibir un aluvión de propuestas generadas por IA. Y a corto plazo podemos ver una nueva brecha tecnológica en ese sentido.

–  Según su opinión, ¿cuál es el estado actual de la Cultura en España?

SS: Desde nuestro punto de vista está bastan te claro, pero como se dice en gallego“cada uno cuenta la feria como le fue”.

TB: Pienso que, de nuevo, somos optimistas. Siempre encontramos propuestas culturales interesantes, y más cuando buscas en los márgenes. El problema no es tanto la salud de la cultura, sino lo difícil que es su encaje y sostenibilidad bajo los mecanismos de mercado, sobre todo siendo algo tan vocacional .Como dice mi amigo Carlo Padial, no hay nada que te ayude más a vivir de la cultura que heredar un piso.

SS: Claro. Por ejemplo, creemos que los autores tienen derechos de autor, como por ejemplo el derecho a vivir dignamente de su trabajo y otros derechos que deberían de estar garantizados para ellos como para todos los trabajadores. Y sin embargo, también tenemos la opinión poco popular de que los trabajadores del sector cultural en general llevan décadas dejándose estafar por monopolios de derechos de autor, copyright, regalías…es una pena ver cómo se defiende un sistema de retribución que condena a la inmensa mayoría de los artistas a la precariedad.

Por eso, nos parece que enfocar el tema de la IA desde el punto de vista de los derechos de autor solo profundizará en esta farsa, y solo traerá más precariedad para el sector cultural.

TB: Por supuesto, cuando ya tienes un sistema de extractivismo de rentas como el copyright funcionando para las empresas, los trabajadores culturales lógicamente quieren una parte de ese pastel. La IA, como antes pasó con Internet, tensiona ese modelo de retribución, muy reciente en la historia de la humanidad por otro lado, pues es del siglo XVIII. El debate de verdad tiene que ser mucho más amplio de miras, y más osado en cuanto a las propuestas. Por ejemplo, partiendo radicalmente de los derechos culturales de la ciudadanía, como defiende la Carta de Roma2020. Y de la Cultura como cuarto pilar de la sostenibilidad. Esa es la verdadera batalla a librar. Lo demás nos parece un alargar la agonía frente al progreso tecnológico.

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