
No leeré el Premio Planeta de este año. Ni de los anteriores, por supuesto. Las redes sociales, los titulares de los periódicos, las televisiones y las radios no hacen sino replicar en las últimas semanas críticas, reacciones, declaraciones y hasta reseñas de “Vera, una historia de amor” de Juan del Val. Puedo asegurar que hasta que no se falló el infame Premio de la casa del señor Lara no sabía quién era este autor. Luego, por las circunstancias que he señalado un par de líneas más arriba, he conocido su profesión, a su pareja, e incluso, a sus amigos. Y en toda esa información, además, la de merecedor del premio mejor dotado económicamente del mundo.
El fallo del jurado ha traído en oleadas, más que nada, indignación, porque, por lo que parece el texto no merece distinción alguna. Yo no lo sé, porque no lo he leído, ni lo leeré. Sin embargo, me he decidido a escribir este pequeño artículo porque creo que la editorial Planeta está en su derecho a darle tremenda cifra de euros a quien le apetezca hacerlo, y no por ello los aficionados a la literatura debemos indignarnos. Y al final los que para mí se quedan con cara de tontos son los miembros del jurado, si han accedido como dicen a dar un premio a algo que no lo merece.
El Planeta no es un premio público, es dinero privado, de una empresa, grande, grande, que por lo que se ve tiene demasiado y anda regalando. Por otro lado, los que hacen las campañas de marketing de dicho grupo editorial, decidirán, con sus estudios y sus visiones estratégicas, dónde se gastan los cuartos. En este caso han considerado que este señor, el tal Juan del Val, que bastantes perlas suelta por su boca ya en el programa de televisión donde participa, es un potencial atractivo de compradores de libros (ojo, que no lectores –me la juego). Y hasta aquí paz y mañana gloria. Sin embargo, no paro de escuchar si el premio es merecido o no, si la novela es mala, o no, si este señoro escritor tiene formación, o no. Creo que todo esto no alimenta sino el fin pensado por los marketinianos, aquello de “que se hable de nosotros, aunque sea mal”.
Él defiende a capa y espada el valor intrínseco de sus letras, cómo no iba a hacerlo. Está en todo su derecho, y más ahora que es millonario. Solo depende de los lectores y lectoras bendecir con el juicio todo esto, y para eso hay que leer semejante propuesta, que no sé si será literaria o no.
Cientos de personas, incluidos reconocidos articulistas, periodistas, otros y otras escritoras, han puesto el grito en el cielo por tamaña -dicen- injusticia. Como si los Premios Planeta entregados en otras ediciones sí fueran merecidos y sí estuvieran escritos por ilustres nombres del mundo de las letras. Já.
He de decir que antes de estudiar lo que estudié fui dependiente en una tienda de pantalones vaqueros, y que me aburría enormemente. Era pobre y tenía un trabajo de mierda. Y para contrarrestar esto me entregué a la lectura. Como no podía comprar libros, andaba recopilando de aquí y de allá y llegó a mis manos una colección en tapa dura y cuero de todos los galardones entregados por esa editorial hasta la fecha (creo que llegaban a los 80). Hay en esa nómina buenos libros, obras de Juan Marsé, Ana María Matute, Ramón J Sender, Mercedes Salisachs, y hasta la “Biografía de Federico Sánchez” de mi admirado Jorge Semprún o “Los Mares del Sur” de Manuel Vázquez Montalbán. ¿Significa esto que todas las novelas que han recibido este premio están a la misma altura? ¿Significa que los y las autoras ganadoras atesoran, además de la cantidad de pasta del premio, conocimientos y recursos literarios del mismo nivel? Pues no, significa solamente que, en la actualidad, esto (este premio) es un negocio de venta de libros y que los volúmenes que salen en estas colecciones son flor de un día, foto de presentación, y como en este caso, motivo de indignación popular y redes sociales.
No leeré el Premio Planeta de Juan del Val. Simplemente por dos cosas: hay tantos libros en las estanterías de las librerías que este señor no merece ni un solo céntimo más en royalties que los que le ha dado ya Lara por su campaña de comunicación; y la segunda, mi interés literario desaparece tan solo con leer el estudiado, profundo y evocador título que en un exceso de potencia creativa le ha puesto al paquete de páginas que llaman novela.
Por supuesto, respeto a quien desee comprarlo o cogerlo de la biblioteca. Nunca en mi vida he recomendado a nadie comer en McDonald o en Burger King, ahí dan comida basura. Sin embargo, mucha gente decide comer basura, ¿por qué les iba a importar leer libros basura?
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