©Auditorio de Tenerife/Miguel Barreto

Cruzó el hall del edificio de Santiago Calatrava, en el que algunas personas tomaban algo entre murmullos y fragmentos de conversaciones. La tarde llegó a Santa Cruz con cierto eco de la Noche en Blanco lagunera y hasta del olor a carne asada del campeonato de hamburguesas del Palmetum. Cruzó, como decía, en un riguroso negro lisboeta, con las manos en los bolsillos y la mirada apuntando al suelo. Una especie de paseante nostálgico de otros espacios del Atlantico. Puede ser que viniera desde el Castillo Negro, o que hubiera estado observando el mar desde la proa del Auditorio. La puerta de la sala de Cámara lo engulló y desapareció escaleras abajo dejando tras de sí un nutrido grupo de expectantes melómanos.

Rodrigo Leão y su troupe visitaron el pasado sábado el Auditorio de Tenerife, en el que ofrecieron un concierto, podríamos decir, íntimo ante aproximadamente unas 350 personas.

Primera visita del que, hace 40 años, puso en marcha uno de los productos musicales más importantes de la música contemporánea portuguesa. Soy capaz de asegurar que muchos de los asistentes al concierto del pasado sábado acudieron a la cita con el compositor lisboeta con cierta nostalgia de aquellos primeros discos de Madredeus, en la que la impronta del multinstrumentista era notable.

Sin embargo, a nadie deja indiferente que desde 1994, Leão ha puesto en marcha, en solitario, una exitosa carrera en la que se inscriben ya 14 discos. Entre ellos, piezas maestras como Alma Mater (2000) o Cinema (2004), solo por nombrar un par. En 2024, presentó O rapaz da montanha, una nueva grabación que él mismo ha considerado “el más portugués de sus discos”, y como en el propio Auditorio de Tenerife señaló “un homenaje a la Revolucion de los Claveles” y a la música de su país de los años 70”

Impresionante puesta en escena, impresionante ejecución de una banda en la que está acompañado por seis músicos (acordeón, violín, viola, violonchelo, bajo eléctrico/guitarra española y batería), todo ello complementado por coros conjuntos y hasta la ejecucion de una percusión compartida.

El nuevo disco se presentó en la isla, se trata de primera vez que este músico visita Canarias, como un producto íntimo (el autor incluso señaló que las letras, y hasta las melodias han sido realizadas por miembros de su familia, mujer, hijas), casi cinematografico, coral, plagado de guiños a ese minimalismo que ha caracterizado su obra y al mismo tiempo plagado de referencias a la música tradicional portuguesa. Una vez comenzado el concierto desde la tarima permeó un clima de compenetracion y complicidad admirable, lo que trasladó, aún más ese componente intimista del que hablaba más arriba.

Por último, creo que es muy importante destacar el papel de la acordeonista Celina da Piedade, con una presencia fundamental en todos los temas y quien, junto a la imponente voz de Ana Vieria cerraron el concierto con una maravillosa ejecución de Pasión, uno de los temas referentes en la carrera del portugués