El Teatro Guiniguada acoge el miércoles 17 de diciembre un concierto único de Maridaje, el proyecto musical del timplista Germán López y el pianista Augusto Báez, dos de las figuras más destacadas de la creación musical en Canarias, en una cita íntima, elegante y profundamente emocional donde ambos artistas despliegan su particular forma de entender la música como un espacio de encuentro, escucha y experimentación.

Maridaje toma prestado el lenguaje del mundo del vino para describir un encuentro entre dos instrumentos que, al unirse, multiplican sus posibilidades. Como en una cata, cada pieza revela un contraste, una coincidencia o un giro inesperado.

López y Báez construyen un lenguaje propio en el que el timple y el piano dialogan en igualdad, tejiendo piezas que transitan por la música de raíz, el jazz contemporáneo y la composición personal. El timple aporta brillo y ritmo; el piano, amplitud y profundidad. Juntos crean un repertorio que se mueve con soltura entre lo popular y lo contemporáneo, siempre con una actitud abierta y juguetona. El resultado es un repertorio sofisticado, lleno de matices, que respira cercanía y virtuosismo a partes iguales.

El concierto está pensado como un recorrido que se disfruta sorbo a sorbo. Hay temas que entran suaves y otros que despiertan al público desde los primeros compases; algunos se deslizan con calma, otros empujan hacia adelante con una fuerza contagiosa. López y Báez conversan sobre el escenario, se retan, se sorprenden y, sobre todo, se divierten, algo que se transmite desde la primera nota.

Para López, “Maridaje es una excusa perfecta para mezclar caminos musicales y ver qué sucede cuando el timple se cruza con nuevas ideas e instrumentos”, señala. Augusto Báez, por su parte, considera que lo mejor del proyecto es “la libertad”, ya que “cada concierto cambia, respira de forma distinta y nos invita a probar combinaciones que no habíamos imaginado”, reflexiona.

La cuidada acústica y el carácter íntimo del Teatro Guiniguada hacen de este espacio el escenario idóneo para degustar —en el sentido más pleno— la propuesta de López y Báez. Así, el público puede sumergirse en una atmósfera que combina cercanía y refinamiento, donde cada composición se presenta como un pequeño ritual, como invitación a escuchar con sensibilidad, a dejarse sorprender y a permitir que la música decante lentamente.