Les presentamos nuestra entrevista con el batería de jazz Guillermo McGill (Montevideo, 1965) que tiene nuevo trabajo, ‘The art of respect’ (Youkali Music, 2013). Grabado en los Bennett Studios de Englewood, New Jersey; en él combina su arte a los parches, timbales y platos con otros tres maravillosos músicos. McGuill se rodea de prestigiosos genios de la improvisación como Dave Liebman (que formó parte de la banda del mítico Miles Davis) al saxo tenor y soprano, John Abercrombie (Billy Cobham, Jack DeJohnette, Brecker Brothers) a la guitarra eléctrica y el contrabajista George Mraz. A lo largo de las 10 canciones que componen este CD, Guillermo va desgranando sensaciones y fotografías de personas procedentes de diferentes horizontes. En este álbum nos ha llamado poderosamente la atención una serie dedicada a la gente de Manhattan, Khartoum o Montevideo y nos ha atrapado especialmente en atmósferas muy logradas como en ‘Soul people’, ‘Heart Jones’ o ‘Cielo’.
En el concurso de esta charla tendremos tiempo de hablar de una gran cantidad de temas ¿Qué aporta a día de hoy una discográfica? ¿Cuánto ha cambiado el negocio? ¿Qué relación tiene con Canarias? ¿Cómo conoció a sus ‘partenaires’ en el proyecto? ¿Cómo se gana uno el respeto, ese que declara ser un arte? McGuill es una fuente inmensa de respuestas. Aquí está, su título es ‘The art of respect’, con una preciosa y bucólica portada, acrílico sobre fotografía, que evoca a esos rascacielos tan neoyorkinos. Bienvenidos a este carrusel, diversos viajes con destino a Bulgaria, New York o ‘Nowhere’ entre otros parajes y con una banda sonora rica en jazz ¿Los culpables? McGuill, Mraz, Abercrombie y Liebman ¡Quédense con este cuarteto!
– Para empezar la entrevista nos gustaría saber algo de sus comienzos, ya viene a ser una tradición en nuestra serie de charlas por internet ¿Cómo decidió hacerse batería? ¿Cómo fueron los comienzos en la música?
– Guillermo McGill: Mi padre, Tony McGill, es bajista y teclista, aunque, como casi todos los bateristas uruguayos, empecé tocando en una murga (quizá esa es la razón por la que hay tantos bateristas uruguayos). Él tocaba en un hotel en Tenerife y un día se puso malo Joaquín, el que tocaba la batería en el grupo, y me dijo: ‘¡Súbete!’. Desde entonces no me he bajado. Poco después comencé mis clases con el Maestro, en mayúsculas, Aldo Caviglia, que a la sazón había sido el baterista del grupo de mi padre en Uruguay, el McGill Clan, al tiempo que comienzo mis estudios de jazz en el recién abierto Taller de Músics de Barcelona, compartiendo clases y sesiones con Perico Sambeat, Mercedes, Mario y Jorge Rossy, Ramón Cardo, Eladio Reinón, Jose Luis Gámez, etcétera
– Nos ha llegado su último disco que lleva por título ‘The art of respect’ ¿Se siente poco respetado? ¿Cuál es la razón de ese título tan reivindicativo y sonoro?
– G.M.: La idea que pretendo transmitir es la profunda identidad entre el conocimiento y el respeto. De ahí la conexión entre cada tema con un pueblo, personaje o colectivo, a los cuales, una vez uno se ha tomado el pequeño esfuerzo de acercarse y conocerlo, normalmente y de forma natural, desaparecen los prejuicios y con ellos la falta de respeto.
«Llevo yendo a Tenerife desde el año 1975, ya que mi padre reside allí desde entonces. En los 80 regentaba un bar en el Puerto de la Cruz, donde tuve la fortuna de conocer a Polo, Juanjo y Fernando Ortí, Kike Perdomo, Morgan Hernández, Ruskin Herman y muchos otros que iban por el bar a las ‘jams’. También he tocado en Las Palmas muchas veces.»
– Sobre ese disco, tremenda alineación ha forjado: Dave Liebman, al saxo, George Mraz al contrabajo, John Abercrombie a la guitarra ¿Cómo consiguió este cuarteto de lujo? ¿Cómo los conoció?
– G.M.: Aquí tenemos dos ‘vectores’ que han dado lugar a este encuentro. Por una parte el onírico: son los músicos con los que siempre soñé tocar, más que con ningún otro. Por otro el de la vida, que me ha hecho encontrarme con cada uno de ellos en ciertos momentos. Con Dave tengo una relación de amistad desde hace 25 años, desde que en el concierto final de un seminario de una semana me invitaron a tocar un tema con ‘Quest’, sustituyendo nada menos que al señor Billy Hart. Desde entonces ha tocado en mi grupo varias veces y grabó en mi tercer álbum, ‘Oración’. Además colabora en un homenaje al histórico guitarrista flamenco de los años 30 y 40, Ramón Montoya, junto a Dani de Morón y Popo Posada, en el que tiene un papel de mucho peso, ya que tiene que interpretar cantes flamencos con el saxo. Con John Abercrombie tuve la oportunidad de tocar en Irlanda e Inglaterra cuando tenía 24 años, y afortunadamente conservaba un recuerdo positivo. Por último, con George Mraz he grabado anteriormente a este, dos discos junto a Chano Domínguez.
– Ha publicado a través de la discográfica Youkali Music ¿Qué le ofrece una discográfica a un músico hoy en pleno S. XXI? ¿Es positivo el trabajo de casa discográfica? ¿Ha cambiado mucho la labor desde sus comienzos en la música?
– G.M.: Interesante pregunta, así que contestaré con la mayor sinceridad. Se trata de un sello pequeño pero con un catálogo de gran calidad, gestionado con enorme cariño y conocimiento por Thomas Schindowski. Resulta viable porque no tiene una gran infraestructura que mantener y eso permite llegar a un trato adecuado a nuestros tiempos. Si hoy en día los músicos pagamos, componemos, producimos, viajamos, tocamos, mezclamos, masterizamos y hacemos la promoción, la casa discográfica se convierte en un servicio más por el cual sólo debemos pagar un pequeño porcentaje que simplemente nos evita la molestia de fabricar y crear un sello (algo también prescindible hoy en día).
La industria musical ha cambiado y continúa cambiando. Pero más para los que ven la música como un negocio, no como parte ineludible de la vida. El negocio tuvo su burbuja con el invento del formato Cd, que en su momento hizo que las discográficas ganaran mucho dinero con la edición de novedades sumado a la reedición de todo lo anterior. Paradójicamente es el mismo formato el que ha llevado la industria a la ruina, ya que cambió la forma de escuchar de la masa a peor, y con el mp3, a mucho peor. Pero nosotros, los músicos y oyentes comprometidos, nunca hemos visto ese esplendor. Así que antes no nos pagaban bien porque no querían y ahora porque no pueden. Quizá si nos conocieran nos respetarían. Aunque no creo que se tomen ese pequeño esfuerzo. Están demasiado ocupados en aparentar que son igual de poderosos que antes.
– Probablemente la palabra que más se repite en el disco es ‘people’, gente en inglés, se diría que hay una serie llamada ‘People from …» ¿A qué se debe esa serie? ¿Qué nos quiere transmitir con esas ideas? ¿Son como fotografías de Khartoum, Manhattan, Bulgaria o Montevideo?
– G.M.: Es un gesto de respeto no hacia los lugares, sino a la gente de los lugares, que es lo que importa.
– Su carrera se puede calificar de longeva, ha estado tocando con proyectos como sideman y en proyectos propios por medio mundo ¿Nos puede contar alguna anécdota graciosa de su trabajo?
– G.M.: Precisamente, una vez que me llamaron para tocar en Belfast, pregunté quienes eran los demás músicos y Ronan Guilfoyle, excelente bajista irlandés que organizaba el evento, me dijo Paolo y John. Y entendí Paolo Fresu y John Ruocco (saxofonista tejano residente en Amsterdam). Cuando llegué al sitio donde ensayábamos estaba dando una masterclass John Abercrombie. Pregunté que qué hacía él allí y me dijeron: «Pues es el guitarrista del grupo». Tenía 24 años y casi me caigo al suelo… (risas).
– ¿Cuesta capitanear un proyecto y dar el nombre al mismo desde la batería?
– G.M.: Objetivamente no cuesta nada. Es más: los bateristas estamos acostumbrados a liderar musicalmente al grupo, aunque no sea el nuestro. El problema es de costumbre por parte de los medios y el público, quizá.
– Sobre sus compañeros de aventuras en ‘The art of respect’ queremos detenernos en el hacer de Dave Liebman. En alguna ocasión nuestro compañero y Maestro de las ondas, Juan Claudio Cifuentes, ‘Cifu’ lo ha declarado como el mayor referente del saxo en el estilo de John Coltrane ¿Comparte la apreciación de Juan Claudio?
– G.M.: Amo a Coltrane. Por eso quiero tocar con Dave.
– Sentimos que ha desaparecido de las redes sociales, facebook incluido ¿Es cierto? ¿Está decepcionado en referencia a la red de redes? ¿Vende su producto por este camino o cree todavía en el disco como elemento físico?
– G.M.: Estoy en contacto con una persona que me va a ayudar en esas labores. Yo no tengo conocimientos ni tiempo para eso, más que el mínimo para comunicarme en asuntos en los que resulta imprescindible esa vía. Soy más de tocar, componer, hablar con mis amigos, mis niños, mi mujer… No quiero ni debo renunciar a ese tiempo. Los aparatos estos tienen una característica diabólica por encima de todas: tienen una capacidad infinita. Nosotros no.
– Hace ya algún tiempo de su agria polémica con el Festival de Jazz de Madrid y hemos podido comprobar el fin que ha tenido ese evento ¿No le ha sorprendido especialmente este desenlace?
– G.M.: Es un desenlace lógico, desenlace que debía haberse dado ya el año pasado, cuando el ayuntamiento de Madrid se negó a utilizar nuestro dinero para nuestra cultura e hicieron pagar a los músicos sus propias actuaciones. Y no voy a decir más, que pronto será más barato asesinar a alguien que denunciar a un político (aunque este mismo hecho les delata).
– ¿Tiene referencias de músicos de las Islas Canarias? ¿Ha venido alguna vez a tocar por las islas?
– G.M.: Llevo yendo a Tenerife desde el año 1975, ya que mi padre reside allí desde entonces. En los 80 regentaba un bar en el Puerto de la Cruz, donde tuve la fortuna de conocer a Polo, Juanjo y Fernando Ortí, Kike Perdomo, Morgan Hernández, Ruskin Herman y muchos otros que iban por el bar a las ‘jams’. También he tocado en Las Palmas muchas veces.
– Además de tener este nuevo disco, ¿Tiene planes con respecto al futuro? ¿Se puede esperar una gira de presentación de este álbum o es mucho pedir con el tiempo de crisis que corre?
– G.M.: Tengo planes de futuro, ¡Claro que sí! Tengo 3 conciertos cerrados, por concretar la fecha exacta, para final de junio, principios de julio, con los tres, y en vías de negociación dos más. Para octubre, noviembre probablemente presentamos el disco en Nueva York, y haríamos otra ronda por aquí también, si es que quedan festivales. La cuestión es que son personas que tienen agendas muy apretadas y una edad y un prestigio que creo merecen todas las comodidades posibles. No es conveniente traerles más de una semana seguida.
– Hablando de referencias musicales ¿Qué marca de baterías tiene como favoritas?
– G.M.: Afortunadamente tengo la misma batería desde los 17 años: una Gretsch del 81. Los platos son Bosphorus, una marca turca de altísima calidad, de la cual soy endorser totalmente voluntario.
– E instrumentistas ¿Qué baterías/drummer tiene como insignias dentro del jazz? ¿Quién considera usted que ha sido vital para su trabajo musical?
– G.M.: Lo que buscamos siempre en nuestras referencias es creatividad, técnica y swing. Los que me han proporcionado estos elementos en mi carrera, y a los que en su momento me dediqué a copiar de forma enfermiza, son Elvin Jones, TonyWilliams y Billy Higgins. Aunque la lista de todas influencias sería demasiado larga: Philly Joe Jones, Paul Motian, Roy Haynes, Art Blakey, Jo Jones, Shadow Wilson, Max Roach, Jack DeJohnette, Ed Blackwell, Jimmy Cobb, etcétera. Por no hablar de los contemporáneos, empezando por el genio Brian Blade, Jeff Watts, Joey Baron, Jeff Ballard, Eric Harland, Justin Faulkner, y mis compañeros coetáneos Jorge Rossy, Marc Miralta, David Xirgu, Daniel García y, por supuesto, Ramón Díaz. No me quiero olvidar de los más jóvenes: Iago Fernández, Dani Domínguez, Andrés Littwin, de quienes también hay mucho que aprender, o quizá recuperar.
– ¿Alguna vez ha tenido la tentación de dar el salto al set de la percusión o se ha dedicado lisa y llanamente a la batería?
– G.M.: Llevo tocando percusión regularmente con un set ‘flamenco’ desde que inicié el camino de acercamiento hacia esa música tan potente en 1985. Toco cajón (instrumento sobre el cual publiqué un método en DVD ) y otros instrumentos como la tinaja, el djembé, la derbouka, panderos, etc.
– Para finalizar esta entrevista nos gustaría que mandara un saludo a nuestros lectores, que recuerde la forma de adquirir este nuevo álbum ‘The art of respect’ y que añada lo que considere de menester… Muchas gracias por este contacto.
– G.M.: Quiero agradecer a todos los que se toman el tiempo de leer este fantástico magazine y a los que lo realizan mes a mes. Formamos parte de lo mismo: una especie de ecosistema que merece ser cuidado por cada uno de nosotros. Es lo que verdaderamente da sentido a nuestras vidas más allá de la urgencia. La cultura es producto de nuestro ocio, y de él nuestra creatividad. Si no queremos parecer un animal más, necesitamos alimentarnos de belleza y arte. Muchos contestarán que el pan es más importante. De acuerdo. Pero el pan también lo creó alguien…
El álbum está a la venta en la página del sello Youkali Music (www.youkalimusic.com), y en digital en las plataformas conocidas (Itunes, amazon, spotify, rdio, etc). Si lo compráis, espero que os aporte mucho. Si compráis otro, por favor que sea de cualquier artista comprometido con su obra para que tenga la suficiente carga de verdad. Gracias.
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