La Fundación Cristino de Vera–Espacio Cultural CajaCanarias ha presentado en la sala de exposiciones temporales de la entidad, sita en la calle San Agustín, 18, la muestra titulada Esther Boix, integrada por una veintena de obras realizadas por la artista en el periodo comprendido entre finales de los años cincuenta y 1994. La exposición podrá visitarse hasta el próximo 28 de febrero, en el siguiente horario: de martes a viernes, de 10:00 a 14:00 h y de 17:00 a 20:00 h; y los sábados, de 10:00 a 14:00 h, con entrada libre.
El acto de inauguración contó con la presencia de Margarita Ramos, presidenta de la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias; Joel Creus, nieto de la artista y depositario de su legado; y Bernat Puigdollers, comisario de la muestra.
Margarita Ramos presentó a Esther Boix (Gerona, 1927–2014) como una de las creadoras más singulares y comprometidas de la historia del arte contemporáneo español, y manifestó que “la muestra que hoy inauguramos representa un proyecto de gran relevancia, ya que no solo permite revisar y poner en valor la obra de Esther Boix, sino que, además, brinda la oportunidad de descubrirla por primera vez en Canarias”.
Ramos prosiguió su intervención recordando que “Esther Boix tuvo una infancia marcada por la poliomielitis, enfermedad que la acompañó durante toda su vida y que, lejos de limitarla, forjó en ella una sensibilidad excepcional y una manera singular de mirar y comprender el mundo”. En este sentido, añadió que Boix “participó activamente en la fundación del Grupo Estampa Popular Catalana, un movimiento que buscaba acercar el arte al pueblo y convertirlo en un instrumento de denuncia social y política. En tiempos de censura y represión, la creadora utilizó la pintura como vehículo de expresión frente a las injusticias que padecía la sociedad española bajo la dictadura, especialmente las mujeres”.
Por último, recordó que “la aportación de Esther Boix no se limitó, sin embargo, a su producción pictórica y gráfica. Junto a su compañero de vida, el poeta Ricard Creus, fundó en 1967 la escuela L’Arc, un centro dedicado a la enseñanza artística desde una perspectiva profundamente innovadora. En aquel espacio, cientos de jóvenes y docentes descubrieron que el arte no es solo técnica, sino también una poderosa herramienta para explorar, expresarse y crecer como personas”.
Margarita Ramos finalizó su intervención señalando que “Esther Boix fue una artista que supo transformar la fragilidad en belleza, una maestra que sembró libertad en generaciones de jóvenes y una mujer que no renunció a su voz en tiempos de silencio”.
Por su parte, Bernat Puigdollers, en su discurso, realizó un resumen de la trayectoria de Esther Boix, contextualizando su obra en el marco de su época y, en especial, remarcando la vigencia de su legado.
Señaló que la artista “inició su trayectoria con una pintura insólita para una mujer de su tiempo. Sus primeras telas se caracterizan por reflejar interiores y paisajes de la España de posguerra: escenas humildes y duras, de tonalidades terrosas y oscuras, reflejo de un país devastado por la guerra. Estas obras destacan por poner al ser humano en el centro y por querer dar visibilidad y voz a las personas más humildes”.
Puigdollers destacó “la capacidad de Esther Boix para adelantarse, a través de su obra y de manera intuitiva, a cuestiones que hoy en día forman parte de nuestro pensamiento colectivo, como son las cuestiones feministas, las libertades sexuales o aspectos como la conciencia ecológica, a los que Esther Boix dio voz en un momento en que nadie más lo hacía. Un hecho que la convierte en una pintora casi profética”.
Cerró su parlamento destacando la importancia de esta exposición, que permite dar a conocer la obra de Esther Boix más allá de Cataluña, y la contribución que supone en el proceso de recuperación de la trayectoria de la artista, sin duda una de las más destacadas de su generación. La reciente adquisición de obras suyas por parte del Museo Reina Sofía y del Museo Nacional de Arte de Cataluña es buena prueba de ello.
El acto concluyó con una visita guiada a la exposición por parte del comisario, en colaboración con Joel Creus, nieto de la artista.
Por último, Joel Creus, en su intervención final, tras los agradecimientos, recordó la libertad que se vivía en su casa y la importancia de sus abuelos en su formación personal y humana. Explicó varias anécdotas de su infancia compartida con sus abuelos y sus padres, y concluyó que “el aprendizaje más importante que le han dejado es el de expresar lo que piensa y escuchar con respeto las opiniones de los demás”.
ESTHER BOIX
Esther Boix i Pons (Gerona, 1927 – 2014) fue una pintora vitalista, comprometida, combativa, que hizo uso de sus pinceles para encontrar su lugar en el mundo y para construir una sociedad mejor, más justa y libre. Su carrera artística se inició con una pintura de carácter costumbrista y de cierto tono social, que desconcertó a la crítica del momento por sus escenas llenas de dramatismo y su pintura dura y oscura, que contrastaba con lo que se esperaba de una mujer pintora en la década de los años cuarenta y cincuenta. Haciendo honor a su espíritu renovador, fundó junto con otros compañeros de generación el fugaz grupo Postectura, formado por los pintores Esther Boix, Ricard Creus y Joaquim Datsira, además de los escultores Francesc Torres Monsó, Josep Martí Sabé y Josep Maria Subirachs.
Con la llegada de los años sesenta, su obra da un vuelco hacia una pintura más vitalista, que pone al hombre y la vida en el centro. Sus escenas transmiten sensación de modernidad y la llegada de una nueva etapa a nivel social, mucho más abierta. Un vitalismo y una euforia que durará poco para convertirse en una pintura combativa, profundamente comprometida con los derechos individuales y colectivos, especialmente por lo que se refiere a los derechos de la mujer. Las obras que pinta durante estos años, influidas por la corriente pop, son contundentes, casi manifiestos pintados.
Sin embargo, con la llegada de la democracia, su obra deriva hacia una mirada más lírica, centrada especialmente en el paisaje urbano. Durante los últimos años setenta, su pintura se vuelve más amable, de tonos más claros y de contornos más difusos, pero el sentido de compromiso sigue intacto, aunque enfocado en otra dirección. En este momento, su principal preocupación, resultado de un análisis artístico de la ciudad, se centra en la contaminación, en el aire, en el contacto que mantenemos con la naturaleza y con nuestro entorno.
Una reflexión a la que responde de manera contundente al abandonar la ciudad e instalarse en un entorno rural, que marcará su pintura hasta el final de su trayectoria artística. Desde los años ochenta, sus telas se convierten en grandes campos vaporosos de color, dominados por pinceladas repetidas que transmiten el palpitar y el fluir constante del mundo, siempre igual, siempre cambiante.
Esther Boix fue, además, junto con su marido, el escritor Ricard Creus, una promotora incansable de la pedagogía artística infantil, entendida como un camino para concebir el mundo y despertar el espíritu crítico. Como fundadora del Taller de artes plásticas L’Arc, quiso defender el arte como un camino pedagógico que va más allá de la práctica formal de las artes. Como demuestra con su pintura, entiende que la creación plástica se relaciona con todos los aspectos de la vida y permite así una formación mucho más atractiva y efectiva.
Así pues, podríamos decir que la pintura de Esther Boix es el reflejo de una vida entregada, de su compromiso y su confianza en la humanidad. Es una reflexión constante sobre la existencia, una mirada maravillada del mundo que no se conforma con expresar el sinfín de sensaciones que la artista experimenta al observar el mundo, sino que siempre se acompaña de una reflexión profundamente humana.
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