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El Premio de Relato Corto “Isaac de Vega” ha recaído en la presente edición en un autor al que no le es ajena la nómina de galardonados de los certámenes que anualmente convoca la Fundación CajaCanarias: Iván Cabrera Cartaya. El escritor tinerfeño ha sido designado ganador con su Vigilia en Velora, un conjunto de cuentos merecedor de tal distinción a juicio del jurado, compuesto en esta ocasión por Cecilia Domínguez, Nicolás Melini y Ernesto Suárez. El Premio “Isaac de Vega” CajaCanarias está dotado con un importe de 3.000 euros y la publicación del volumen.

Iván Cabrera Cartaya (Santa Cruz de Tenerife, 1980) logra este prestigioso galardón dos décadas después de alzarse con el Premio de Poesía “Pedro García Cabrera” CajaCanarias gracias a su obra Arena, cuando tan sólo contaba con 20 años de edad. Licenciado en Filología Hispánica y Clásica por la Universidad de La Laguna, donde también cursó estudios de Historia del Arte, es autor, además de Arena, de los libros de poemas Obsidiana (2004), Fragmentos de sentido (2006), Cariátides (2007), Bajo el cielo innumerable (2007), Un sueño de esplendor (2010), Diálogo en el desierto (2011), Creencias de verano (2013), Para ser recitado al viento sibilante (2013), Noche en jardín destruido (2015), Aletheia del sur (2017) y Westheaven Bay y la Montaña Amarilla (2019), además del libro de entrevistas Bajo la bóveda del tiempo (2009), el libro de cuentos Tentaciones al caer la tarde (2011) y la novela La fiesta y el vacío (en preparación).

Vigilia en Velora

Vigilia en Velora es una breve colección de relatos a través de la que Iván Cabrera Cartaya ha querido comprobar si era capaz de escribir un buen cuento. El conjunto se compone de un texto fantástico que quiere ser una pesadilla; otro, enclavado en el género de terror; junto a un relato a modo de homenaje y, a la vez, una larga reflexión en voz alta; un cuarto que se entrega al eterno retorno nietzscheano y a la suposición de una posible analogía histórica que el azar no permitió, y, a modo conclusivo, otros dos más cercanos a mi propia experiencia íntima, con las hipérboles y silencios, simbolismos y libertades —para mentir desde la creación de una situación verosímil— que permite la ficción.

La realidad, tal y como afirma Cabrera Cartaya, es la base y el sustento de todos los textos, lo que la fantasía y la imaginación le han añadido es lo que debe juzgarse para bien o para mal. En relación a su faceta como cuentista, el autor tinerfeño puntualiza que es, antes que un escritor, un lector y, si no hubiera necesitado escribir estos relatos para comprender o exorcizar algo de mi experiencia, no existirían: los hubiera leído o imaginado en otras páginas.

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